Mis padres me dijeron que no vaya, pero yo tampoco me veía un
futuro quedándome en donde estaba, lo que no me di cuenta es que donde en
realidad no tenía futuro, era a donde
estaba yendo.
En la noche en la
que llegue conocí a mis compañeros de carpa. En la fogata estaban reunidos unos caballeros hablando, note que uno resaltaba del resto, se llamaba Fortis. Escuche que era de
una familia noble muy respetada, era el guerrero más fuerte y valiente que
conocí. Su nombre seguramente quede en la historia.
Los nombres de mis compañeros no me importaban, eran solo de infantería, solo importaba que fueron
hombres humildes y buenas personas, no merecían morir o por lo menos supongo que
eso les pasó.
Pudimos escuchar que Fortis decía que el
Rey Ignavus era un cobarde ya que había comenzado
una guerra por miedo a perder una pequeña porción de territorio. Ese miedo era
irreal, el reino de Hostibus no tenía intención de invadirlo, pero envió a sus
tropas a una guerra que él jamás lideró,
se quedó encerrado en su castillo, cuando su deber como rey era ir al frente de
todo su ejército a pelear por su reino, o al menos eso decía Fortis. Ninguno mis compañeros y yo conocía esos hechos, solo sabíamos que estábamos ahí para pelear por
nuestro rey y eso íbamos a hacer.
Al otro día salimos
hacia el Reino de Hostibus, para mi sorpresa el que lideraba el ejército
era el caballero al que había escuchado
hablar la noche anterior. Para él, un viaje de 300 millas como este era rápido
y puede ser que hasta cómodo, ya que iba montado a su caballo y no tenía que
llevar equipaje ni provisiones. A diferencia de él, nosotros, los de
infantería, íbamos a pie llevando en la espalda todo tipo de cargamento, más la
armadura, que solo nos la sacábamos cuando parábamos a comer al medio día y al
anochecer cuando cenábamos y dormíamos. Tuve suerte de no tener que llevar
ninguna catapulta. La comida y el agua era poca, era menos de lo que comía y
tomaba en mi casa. Fue el viaje más
largo y agotador de toda mi vida, por lo menos mientras caminaba iba al lado de un arquero
con quien ya me podía quedar hablando durante horas. La mayoría de las veces hablábamos
de la diferencia social que había, por ejemplo que Fortis era de una familia
muy adinerada, que debía comer mucho todos los días, debía tener muchos lujos
que nosotros ni imaginábamos, debía entrenar horas y horas a la semana;
mientras que nosotros trabajábamos desde la mañana hasta la noche casi sin descansar, pensando que ir a la guerra era la salida para poder tener un poco de prestigio y honor.
Después de la quinta noche de viajar llego el
día de la batalla. Ahí nos encontrábamos, ejercito contra ejército, hombres
contra hombres, los dos bandos peleando a muerte por los caprichos de nuestros
reyes. Fortis, gritando, nos dio unas palabras de motivación y empezó a
cabalgar hacia el ejército enemigo, todos nosotros lo seguimos. Veía las
piedras de nuestras catapultas y las flechas ir hacia ellos por arriba mío y
sentía mucha adrenalina, más de la que
sentí alguna vez en mi vida. Ya había empezado a ver a Fortis a lo lejos
atacando enemigos arriba de su caballo, pero en ese momento me golpeó una
piedra lanzada de una catapulta enemiga y perdí la conciencia antes de llegar a
la zona de batalla.
Hace tres días desperté en este calabozo, antes de que te trajeran pensaba que no iba a volver a hablar con nadie. Escuché que me iban a ejecutar hoy, seguramente mis padres ya me estén dando por muerto. Nunca había pensado en morir a causa de un cobarde paranoico, o admirar tanto a un guerrero a quien nunca vi pelear o conocí su valentía, tuve que llegar acá para darme cuenta de eso. No estoy preparado para morir, pero supongo que ya es tarde. Lo peor de todo es que nadie se va a saber de todo lo que me pasó o de que alguna vez yo existí. Al fin y al cabo los nombres que pasan a
la historia son los de reyes como Ignavus y caballeros como Fortis, a pesar de
sus defectos o virtudes, no los de plebeyos o guerreros de infantería, no creo
que alguien se acuerde del mío.
No logro sentir algún tipo de empatía por el soldado. Son tantas las veces que repite el concepto de que ''a nadie le va a importar'', que uno- o al menos yo- no termina siendo conmovido, no siente lástima o pena por la historia de este personaje anónimo.
ResponderEliminarMe cuesta imaginar que las catapultas lancen rocas que sólo dejen inconscientes a los adversarios. Si la piedra con todo el impulso que le da un arma así y con su gran peso hubiera impactado en su cuerpo, son muy escasas o casi nulas las posibilidades de que logre sobrevivir a ese ataque.
¿Por qué se pondría a relatar algo que probablemente nadie recuerde? ¿Qué tan fría era su personalidad que al momento de saber acerca de su ejecución no se puede percibir en sus palabras ningún sentimiento?
Noelia Maciel
Cuando habla sobre cómo sería su futuro en donde vivía, parecería que él no apreciara lo suficiente su vida y estuviera muerto por dentro.Resulta decepcionante que le sea indiferente ir a la guerra, porque entonces a él no solo le importa poco su vida sino que tampoco le importa las de los demás.
ResponderEliminarHubiera sido más conmovedor si el personaje hubiera tenido alguna razón para vivir o para quedarse .Así tendría que partir a la guerra aunque esta sea sólo por un capricho del rey " que no le conocía ni la cara [...] por un reino que no me dio nada y aun así hubiera dado la vida por él" como suele suceder en muchos casos de guerras.
Me gustó mucho como en el final todo esto cambia, valora su vida, no está listo para morir y se da cuenta que no vale la pena pelear por su rey, aunque ya sea tarde. La reflexión del último párrafo conmueve por lo cierto de sus palabras.
Lucía Estevez
Lu, lo que pasa es que no le es indiferente ir a la guerra, el quería ir a la guerra, dice que estaba orgulloso de ser parte del ejercito, que admiraba al rey, que quería dar la vida por su reino, lo que pasa es que siempre en todo el cuento esta hablando desde el punto de vista que tiene el adentro del calabozo, en donde sabe que todos sus ideales que tenían eran mentira.
EliminarEzequiel Casazza
Ezequiel: si bien la inclusión de un interlocutor para la historia que cuenta el protagonista mejora notablemente el relato, porque ahora tiene un sentido, una dirección, y , a la vez, construye verosimilitud, esta incorporación te pedía otros cambios que no hacés. Por ejemplo, indicios de que está siendo escuchado, que responde al otro, que fundamente porqué contarle si no le pide, quizá, que lleve un mensaje a su familia.
ResponderEliminar¿Qué artificios dotan a tu relato de intencionalidad estética?
Rever uso de puntuación, párrafos, conectores, tiempos verbales, repeticiones.
Nota: 7