viernes, 15 de mayo de 2015

Camila Ferrera

La planta de aloe vera

Por fin salí. La impotencia que tengo no puedo compararla con nada, pero después de nueve años, quiero contar lo que en verdad pasó. Pueden creerme, como nadie; o no hacerlo, como todos.
 En la granja casi siempre estaba todo muy tranquilo a pesar de la existencia de mis nueve hermanos menores. Eran todos más pequeños que yo y también más traviesos. No quiero que piensen que estoy tratando de parecer madura pero al tener quince años, la mente de uno cambia.
Era invierno y el sol se despedía de nosotros a las cinco y media de la tarde ¡Quién lo diría!, en invierno lo extrañamos y en verano lo odiamos. Es como la vida en general, cuando algo no está, lo extrañas, y cuando está, no lo querés.
En aquel entonces, papá nos obligaba a entrar a la casa todos los días a la seis de la tarde. Seguramente seguía triste y nervioso por la muerte de mamá hacía ya dos meses; todos lo estábamos. Pero esa atroz enfermedad que acabó con su vida fue tan dolorosa que lo mejor era dejarla ir.
Un lunes de junio, recuerdo, a las seis menos cuarto me pidió que fuera a buscar huevos para hacer un revuelto. Aproveché, y al verlos, les dije a todos mis hermanos que entraran a la casa porque había empezado a oscurecer.
 Cuando estaba en el granero sentí que alguien me observaba, no sabía de dónde, sólo lo sentía, así que me apuré y volví rápido a mi casa. No quise contarle a papá porque no me pareció importante, y no era necesario preocuparlo, menos por algo que seguramente había sido producto de mí imaginación.
Cuando terminamos de cenar me ofrecí a lavar los platos y claro, como lo esperaba, nadie se negó. Me quedé tildada mirando hacia la ventana que daba al patio trasero y me quemé con agua hirviendo, entonces fui a buscar la planta de aloe vera que estaba allí (dicen que es útil para quemaduras).
De nuevo lo sentía, no sabía qué era, pero lo sentía, sentía a alguien observándome, mirando mis movimientos. Cuando agarré una hoja de aquella planta, tan nutritiva para la piel, sentí un suspiro detrás mío que hizo que me diera vuelta en menos de un segundo.
Esto va a sonar raro, lo sé, por lo que después de que sucedió la masacre, me llevaron directamente a un loquero.
Había un payaso, sí; un payaso detrás mío. Intentó agarrarme y llevarme adentro del granero pero gracias a Dios, o a mi rapidez, logré escapar para el lado de la ruta. Mientras corría pensé qué hacer: si volver a mi casa para advertir a mi familia o pedir ayuda a mis vecinos. Decidí hacer lo segundo y luego de correr desesperadamente dos kilómetros hacia donde vivían, logré dar con ellos: avisamos a la policía, mientras nos dirigíamos en camioneta a mi hogar.
Sangre, cuchillos, una foto de mi mamá en el piso, más sangre, mi papá en el suelo, la alfombra ensangrentada, mis hermanos. Todo y todos. No quedaba nadie más. Sólo yo.
La policía no investigo nada, fue por el camino fácil: una hija que se había vuelto loca, mató cruelmente a toda su familia.
Como sufría, supuestamente, de una alteración psíquica, no me dieron años de prisión, sino años en un loquero. No sé si prefería la cárcel antes que las pastillas, los psiquiatras y esa habitación blanca.

Por fin hoy salí, y volví al lugar de la tragedia. Estaba todo igual, menos la presencia de mi papá, de mis hermanos, de la planta de aloe vera, y de la casa. Solo quedaba terreno baldío.

4 comentarios:

  1. Cuando lo empecé a leer no entendí la primera oración y no le dí importancia. Finalmente comprendí.
    Tiene un aire a historia clásica de terror con un giro en su trama.
    Joaquín Campano

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  2. Camila: termino de leer y vuelvo al comienzo: ¿por qué el título? Si bien la presencia de la planta está, no adquiere un significado más allá de coincidir con la noche de la tragedia. ¿No debería ser la única viva en ese baldío que queda? ¿Cuántos años tiene la protagonista? Parecería que quince pero resulta incoherente: si pasaron nueve años, tenía seis y nueve hermanos. No cierra. ¿Puede tratarse de un error en la construcción oracional? ¿Tanta sangre y ni una gota encima de la supuesta asesina? ¿En qué se basa el diagnóstico psiquiátrico? ¿No debería haber algo en el comportamiento de ella que permita aceptar la rapidez con que la acusan? ¿Ninguna secuela de la internación medicada?
    Si le dedicás un poco más de tiempo y reescritura, podés lograr un buen cuento. No pierdas de vista el discurso y la intencionalidad estética.
    Rever repeticiones, tiempos verbales, puntuación.
    Nota: 6

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  3. Me gusta como está redactado y por la forma en la que está contado sentí que se notaban los nueve años transcurridos desde la tragedia. No sé si fue la intención pero me pareció un relato muy pensado por el personaje. Como si durante todos esos años hubiera construido una explicación completa, lineal y clara sobre los hechos, y de tanto pensarla se le volvió ajena. Espero que se entienda. Me gustó mucho.
    Lola López

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  4. Me pareció un cuento muy sombrío, todo lo que sucedía era terrible: la muerte de la madre primero, la aparición del payaso asesino y la posterior tragedia donde toda la familia muere y a la chica la internan en un psiquiátrico.
    Me parece que si bien es clarísimo todo lo que sucede por la forma en la que está redactado, si hubieran menos tragedias y más desarrollo en algunos puntos importantes, quizás termina cobrando más vida el cuento. Como por ejemplo desarrollar un poco más lo que sentía la chica viviendo con su familia aislada de todo, el vínculo que tenía con sus hermanos, que tipo de relación llevaba con su padre... así siento que entonces el lector se sentiría más impactado con el final. Conociendo mejor al personaje quizás un final tan trágico se vuelve más trágico aún, ya que afecta en la sensibilidad emocional y no tanto en los sucesos que pasaron concretamente.

    Camila Vaccarini

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