Estaba jugando con mi hermano Aaron cuando llegó mamá. Abrió la puerta haciéndola golpear contra la pared y gritó; estaba enojada. Tenía en la mano la botella de vidrio de siempre, sus ojos estaban rojos y su voz se escuchaba rara, como cada noche. Aaron me llevó al cuarto, ya era hora de dormir.
No sé por qué, pero me había hecho amigo del mago Invierno, ese señor pálido que tenía poderes fríos. Me hacía acordar al Rey Helado de Hora de aventura, sólo que este no era malo, sino todo lo contrario: además de jugar conmigo, me cuidaba del lobo que rondaba por los bosques congelados. Decía que en algún momento había sido bueno, que era su amigo, pero que de a poco había ido cambiando y nunca volvió a ser como antes.
Todos los días mi hermano me iba a buscar a la escuela. Cuando llegábamos a casa me hacía la leche, me ayudaba con la tarea e íbamos a la plaza. La calesita era lo mejor, siempre agarraba la sortija y podía dar muchas vueltas gratis. Aaron se sentaba en un banco cerca y me miraba toda la tarde, me sacaba fotos o se ponía a hablar con las mamás y papás de los otros nenes.
Lo bueno de estar tanto tiempo era que me podía subir a un animal distinto cada vuelta, pero el que más me gustaba era el dinosaurio. Cuando me cansaba o el cielo empezaba a oscurecer, volvíamos a casa. Al llegar me bañaba mientras mi hermano hacía la cena. Comíamos y nos acostábamos, pero él siempre se levantaba cuando escuchaba a mamá e iba a calmarla. A la mañana me despertaba y me hacía el desayuno. Todos los días se ponía hielo porque tenía una marca nueva en la cara. Si le preguntaba, me decía lo mismo, que había dormido apoyado en algo o que se había caído de la cucheta.
El mago Invierno y yo hacíamos cosas distintas cada vez que lo visitaba. Armábamos muñecos de nieve como en las películas, salíamos a pasear en trineo, jugábamos a las escondidas en el bosque y, a la noche, subía a lo más alto de los árboles blancos y tocaba una cosa parecida a un cuerno o una trompeta que tiraba copos de nieve, para que yo los atrapara. No nos quedábamos mucho tiempo porque en cualquier momento podía salir el lobo, y el mago no podía usar sus poderes contra él.
Me encantaba estar ahí, eran mis sueños más felices. Pero un día, todo se convirtió en una pesadilla. La nieve se estaba derritiendo y no encontraba al señor Invierno. Lo busqué en todas partes, en su cabaña, en el lago congelado, en el bosque, hasta que lo vi. Estaba tirado y su sangre había manchado lo poco de nieve que quedaba; a lo lejos se oyó un aullido. Lo sacudí, le hablé, pero no me contestaba, ya era demasiado tarde.
Me desperté llorando, era de noche todavía, pero quería un abrazo de Aaron, él sabía del mago, siempre le contaba. Miré en la cama de arriba, pero no estaba ahí. -Seguro está hablando con mamá- pensé, así que corrí por el pasillo con los ojos llorosos hasta la cocina.
Ojalá nunca hubiera ido. Me hubiese quedado en el cuarto como me decía Aaron. Pero ya había visto todo: mi hermano en el piso y mi mamá manchada de sangre.
Me gusta la comparación de Aaron y el Mago Invierno, como si los sueños fueran la interpretación inconsciente de su vida. Me encanto la forma de narrar, infantilmente. El personaje de Aaron es muy bueno, lástima el final.
ResponderEliminarCamila Costa
Impactante el final. Me encantó como relacionaste a la madre con ese ser nocturno y de alguna manera maligno, que es el lobo. En el último párrafo cerraste el final; quizás como la victoria de la cruda realidad sobre la imaginación.
ResponderEliminarJoaquín Campano
Noelia: construís una buena historia, llevada por el hilo de voz de este personaje querible y creíble en su mirada inocente.
ResponderEliminarCoincido totalmente con las dos excelentes miradas con que leen tus compañeros.
Creo que el desenlace es muy previsible y la muerte de Aaron no conmueve como podría. Quizá, si los indicios sobre el alcoholismo y la violencia de la madre fueran más sutiles y dispersos, ganaría en provocación.
Excelente la interacción de los dos planos, aunque resulta poco creíble que tenga sueños concatenados lógicamente con la realidad. ¿Mago como un amigo invisible, un juego imaginario y fragmentos de sueños? Repensar cómo darle un poco de vida autónoma al hermano mayor y algo de soledad reflexiva a este niño que sabe más de lo que puede nombrar.
Bien escrito, aunque el discurso es pobre estéticamente.
Rever uso de puntuación.
¡Muy buen trabajo!
Nota: 8
Son muy claras y al mismo tiempo sutiles las señales que diste para poder comprender el paralelismo que existe entre la vida real del niño y sus sueños. Sentí que nada quedaba suelto. La relación entre el lobo y la madre se puede identificar mediante frases como en la que el niño nos cuenta que el Mago Invierno decía que el lobo en algún momento había sido bueno, que era su amigo, pero que de a poco había ido cambiando y nunca volvió a ser como antes. A la madre, el alcohol seguramente la había transformado.
ResponderEliminarTambién se puede apreciar cómo el amor que Aaron le da su hermanito, lleva a que el niño cree un mundo imaginario donde está contenido y cuidado por el Mago Invierno, viviendo aventuras y disfrutando. También entonces podemos ver que Aaron termina cumpliendo el rol de la madre, ya que esta no puede ejercerlo.
Camila Vaccarini
Me gustó como está narrado porque me hace sentir cercana al cuento, seguramente debido a la utilización de objetos cotidianos y simples. También me encantó la comparación del sueño y la realidad, el mago era Aaron y el lobo la madre.
ResponderEliminarLo único que me costó fue entender al principio que Aaron y el mago eran dos personas distintas, suponía que al final se iban a unir y el narrador iba a sorprender con esto. Igualmente me gustó mucho.
Camila Ferrera
Me gusto mucho como relacionas los sueños con la vida real y que esto se entendiera claramente desde el principio. Tambien me gusto la forma en la que Aaron cuida y se preocupa del hermano menor aceptando una especie de rol de padre
ResponderEliminarAgustina Yapor
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMe gusta la forma en que das pequeños indicios al principio para que finalmente se entienda que, en sus sueños, el señor Invierno representa a su hermano, quien la hace feliz, la divierte y la cuida del lobo, su madre. Me encanta la parte en la que dice "No nos quedábamos mucho tiempo porque en cualquier momento podía salir el lobo, y el mago no podía usar sus poderes contra él" es muy sutil. Me pareció un muy lindo cuento.
ResponderEliminarCamila Corral