Cuando uno se involucra (o identifica)
en lo que lee o en lo que visualiza, se produce automáticamente la
incorporación de imágenes en aquello que está escrito, y la
asociación o el intento de explicar con palabras aquello que
observamos.
Cuando leí El Lector no pude evitar
armar mi propia 'película mental' a partir del surgimiento natural
(es decir, sin mi control) de imágenes, de asociaciones, de
significados que le agregué a algunas escenas. Es así como acompañé
las palabras con ilustraciones, que parecían haber sido creadas por
mí, mientras que procesaba la información o los mensajes que la
historia me transmitió.
Si bien disfruto mucho de que este
mundo ficticio se genere dentro de mí y fluya sin esfuerzo mental
consciente (ya que mientras más suelto las ganas de “entender
realmente” lo que leo, más florece mi forma genuina de comprender,
analizar y disfrutar de un libro) también me gusta mucho el cine. La
película me hizo comprender desde otro lugar la historia, más desde
conocer mejor a los personajes en sus movimientos, en sus emociones
que se reflejan en los rostros, en el tono que tienen al hablar, en
los silencios que se utilizan y en una gran cantidad de
características que se pueden observar a través de las imágenes.
El cuerpo también habla y se expresa,
los silencios también cuentan cosas. Pero es otra forma de
comprender, como dije antes, una historia. Por esto creo que al ver
la película pude agregarle palabras a las imágenes (a través de la
caracterización de los personajes en relación a cómo hablan, cómo
se mueven, qué expresan sus rostros y de los otros factores que
nombré en el párrafo anterior)
Personalmente me encanta la actuación:
la representación física de las historias que nos ofrece, los
diálogos que cobran vida.
Algunas de las diferencias que
encontré entre contar la historia desde la visualización de la
misma proyectada en una pantalla, y la lectura de esta, es que la
libertad de interpretar algunas escenas o personajes, está más
condicionada en una película que en un libro. A veces la imagen
concreta puede impactar más que la escritura, y el espectador puede
tomar una postura más cómoda que el lector. En rasgos generales (no
siempre es así) y según mi parecer, la imagen es más directa y la
lectura nos permite crear un poco más. Al leer El Lector, fui más
libre de interpretar y conocer por mi cuenta y desde mi criterio a
los personajes.
En la película pude contemplar mejor
algunos aspectos como la época en la que suceden los
acontecimientos. Eso ayudó a completar mi mirada sobre la historia.
Además, el tiempo en el relato es acronológico, ya que en lugar de
que los hechos transcurran en el orden en el que suceden en el libro,
aparecen de una forma no lineal en la que se vuelve al pasado para
narrar la historia.
Camila Vaccarini.
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