Pensé que se trataba de cieguitos
Elegir a los Pichiciegos fue una
decisión precipitada. Al principio estaba convencida que quería
leer Pequeños combatientes y ya estaba en su búsqueda. Sin
embargo, cometí el error -aunque eso todavía no lo sé- de
preguntarle a alguien de qué se trataba porque honestamente el
nombre me parecía muy simpático. “Cuenta la historia de unos
combatientes de Malvinas que se niegan a pelear, se organizan, se
esconden y transan con soldados ingleses para sobrevivir.” -En mis
años mozos, transar también significaba besar, si se lee lo
anterior pensando en ambos sentidos de la palabra puede resultar
gracioso-. Casi inmediatamente decidí que prefería leer este libro.
Y ahora aquí me encuentro, ya con el
libro y con muchas ganas de leerlo. Es una edición muy linda de
Interzona. Me daba curiosidad la imagen de la tapa así que la
busqué, resulta que es una foto tomada por Todd Gipstein de una
estatua de un memorial ubicado en Washington que honra a los caídos
de las fuerzas norteamericanas en la guerra ente Corea del Norte con
Corea del Sur. Esto podría llegar a tener una cierta conexión con
esta guerra, porque como siempre, Estados Unidos intentó mediar de
la forma más conveniente -para ellos- , ¡una soberanía tripartita!
No estoy segura, creo que ese sería un análisis muy forzado.
Espero que este libro pueda servir como
un disparador que me invite a reflexionar sobre ciertas cuestiones a
las que tal vez antes no les prestaba atención. De la guerra de
Malvinas sólo se datos históricos, como las tropas argentinas
arribaron el día tal, las inglesas desembarcaron en algún lado, las
razones por las que a cada país le convenía ganar esta guerra
fueron…estupideces. Desconozco casi todo sobre cómo se vivió ese
momento tanto en los cuarteles como en las batallas. La verdad es que
no me suelen interesar los relatos de guerra pero aún así quiero
leer este libro porque siento que es diferente: justamente porque los
protagonistas no son parte del combate.
Día 1 (17/11/16)
12.31hs
En el colectivo a la vuelta de haber
comprado este libro me invadió la curiosidad y empecé a espiar un
poquito. Abría el libro en cualquier página, leía una palabra, lo
cerraba y volvía a hacer lo mismo otra vez. Hasta ahora sé que hay
un turco, unos magos y una pichicera, que me suena a pecera, sea lo
que sea.
¿Pringa? Manchar a una persona o cosa
de una sustancia grasienta.
Ya en la primera página, cuando habla
de la nieve, me dieron escalofríos.
Página 12
Los jockey blancos argentinos, los
mismos que fumaba mi abuelo, siempre pedía “Jockey suave de
diez”, que como los compraba todos los días hace muchos años,
se había acostumbrado a decirlo muy rápido y todo junto, sonaba
algo así como “Joquisuaededié”.
Página 16
¿Escaldaban? Padecer una irritación
en la piel.
12.47hs Dejo la lectura
20.10hs En el subte, Rosas
Página 17
Gardel no era ni uruguayo ni francés y
punto. Nunca más quiero volver a tener esta discusión, aunque me
intriga por qué esto sigue siendo un misterio.
¿Pichicatero? Que consume drogas. Ya
conocía esta palabra, pero en el momento no la relacioné.
20.24 Medrano, dejo la lectura
20.37
Página 26
No sabía lo que era un pichiciego y
tampoco los busqué antes de empezar a leer, nunca me habría
imaginado que era un animal. Son muy lindos, tienen una carita
parecida a la de los erizos –a veces cuando no conozco nada de un
animal trato de encontrarles parecido a algún otro y es así como
puede parecer que estoy hablando de un animal mutante, que es como un
caballo pero más bajito y gordo, cuando en realidad estoy hablando
de una vaca-. Son una especie de armadillos peludos y con caparazón
rosa, originarios de La Pampa. Le pregunté a mi madre si la suya,
que vivió allí toda su infancia y adolescencia, alguna vez le
comentó sobre estos bichitos, me dijo que no.
Página 42
Me parece innecesario que culeen con
animales si pueden culear entre ellos, pobres animalitos.
22.05 Dejo la lectura por hoy
Día 2 (19/11/16)
22.19hs
Hoy retomo la lectura, aunque sólo
haya pasado un día sin leer, me di cuenta que extrañé este libro.
Estuve ocupada con un trabajo de historia sobre la dictadura, cada
vez que leía sobre Malvinas me venían a la cabeza las imágenes del
libro y las ganas de seguir leyéndolo. Ahora que ya estoy libre me
puedo dar el lujo de leer lo que quiera.
Página 60
Me llamó la atención la frase “Es
notable, los tipos mueren pero los relojes siguen andando” es
algo que nunca había pensado y me remitió al Preámbulo a las
Instrucciones y a Instrucciones
para dar cuerda al reloj de Julio Cortázar.
23.19hs Dejo la lectura por hoy
Día 3 (20/11/16)
21.53
Páginas 89-90
Me puso muy triste el párrafo en el
que casi lo agarran al Turco, me parece admirable que lo haya llevado
a Diéguez hasta la pichicera, aunque era un caso perdido, me puso
contenta que le haya dado una muerte un poco más digna y en paz. El Turco es definitivamente uno de mis personajes preferidos.
Página 92
Que Manuel cuente películas que nadie
vio me hizo acordar al libro El beso de la mujer araña de
Manuel Puig, además, al igual que el personaje que las narra en este
otro libro, él es homosexual. Puede ser que se haya querido hacer
una referencia a ese libro, teniendo en cuenta que se publicó en
1976 y este en 1983.
Página 103
“El miedo suelta el instinto que
cada uno lleva dentro” Vengo de haber sentido el miedo más
insoportable y doloroso que no sentía desde hace ya muchos años.
¿Qué instinto sacó de mí? Nada. Sólo sacó más miedo.
Página 105
Nunca antes había escuchado el verbo
cabildearon.
22.29 Dejo la lectura por hoy
Dìa 4 (21/11/16)
Dejé solamente dos capítulos para hoy
porque ayer no sentía que se tenía que terminar y me quedé con las
ganas. Por nada en el mundo quisiera que este libro tenga un final
abierto, no me importa que sea terrible, pero a veces no hay nada de
malo con dejar algunas historias con el final servido, no me quiero
quedar con ninguna incógnita.
Página 126
Cuando el capítulo empezó contando de
la lombriz amiga/o del sanjuanino, en los primeros dos párrafos creí
que se estaba hablando de una mujer, “Larga y blancuzca, clara y
resbalosa como un fideo tallarín, de chica medía cuarenta. Después
creció: medirá cincuenta o sesenta al final” –yo creí que
era metro cuarenta, cincuenta o sesenta-. Hubiese sido muy
interesante si en realidad se trataba de una mujer encubierta, me
hubiese gustado que haya alguna historia así en esta guerra.
Páginas 128 y 129
Me sentí identificada con los soldados
que cuidan y se encariñan con los pingüinos porque es algo que me
pasa siempre cuando me voy de vacaciones. Le doy de comer a perros
vagabundos, me empiezan a seguir por todos lados, les pongo nombre.
Siempre los quiero adoptar y llevármelos para mi casa y siempre me
dicen que no, que es imposible, cómo lo vas a llevar de acá hasta
allá. El último fue Fidel, un perrito de Humahuaca que me siguió
todo el último día que estuve ahí.
Página 131
Aquí se nota por primera vez que el
narrador es alguien que está entrevistando a un pichi. Después se
especifica que es un psicólogo que esta escribiendo un libro.
Esto con mi madre lo habremos charlado
alguna que otra vez. En las situaciones más límites, –los
momentos previos a la muerte, el dolor, más específicamente
hablamos sobre lo que sucedía durante las sesiones de torturas en la
última dictadura militar- siempre se pide o se grita por la madre,
no importa si la odian, si es imposible que acuda a su rescate o que
este muerta. No importa que edad tenga la persona, como niños, -debe
ser que queda de la infancia- piden por la madre.
Página 138 y 141
"¿Están todas las minas locas en
Buenos Aires?"
“Apartaba la cortina blanca de los
cristales y miraba el puerto, y después abajo, hacia la avenida Las
Heras”
Definitivamente es un momento posterior
a la guerra, en el que se encuentran en Buenos Aires.
Conclusión
Difruté mucho de leer este libro. Fue
un poco complicado descubrir el narrador, durante la primera parte
parece tratarse de un narrador omnisciente, ya en la segunda parte
cambia y alguien comienza a hablar en primera persona, al principio
creí que se trataba de un pichi que charlaba con otro pichi, depués
todo se dió vuelta. Me costó mucho sacar quién era el pichi que
contaba los hechos, resulta que es Quiquito -¡Que bueno! También
era de mis preferidos-. No escribí mucho sobre el final porque me
enganché mucho leyendo y no quería parar, además no les voy a
contar el final de los pichis.
Creo que este libro cumplió con mis
expectativas y de más está decir que las superó. ¡Y sí! Me sirvió para reflexionar desde cuestiones de moral hasta el buen negocio que puede ser una guerra para las tabacaleras. Es una lectura
rápida, está muy prolijamente divida en partes, capítulos y
párrafos que hacen que todo vaya fluyendo muy livianamente.
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