Por el simple hecho de vivir en sociedad, las personas tendemos a intentar sentirnos parte e identificarnos con algún determinado grupo. Compartir el idioma, algunas costumbres, el pasado, entre otras muchas cosas. Sin embargo, somos un producto, resultado de una operación llena de violencia, poder y sumisión. Entonces, ¿con qué nos identificamos? ¿qué somos? ¿somos parte de los miles de indígenas sometidos, torturados y asesinados? ¿somos parte de los hombres españoles, que con crueldad sometieron, torturaron y asesinaron? ¿somos ambos, una mezcla, un "mestizaje"? ¿o no somos ninguno?
A mi parecer, las generalizaciones son imposibles. No podemos esperar que todos nos sintamos parte de lo mismo, o siquiera de algo. Cada uno de nosotros tiene una historia diferente detrás. En mi caso, mis bisabuelos paternos llegaron a la Argentina en 1916, durante la Primera Guerra Mundial, provenientes de Catanzaro, Italia. La idea principal era que ellos siguieran hasta Estados Unidos, pero luego de pasar mucha hambre, quedaron asombrados por la abundancia de comida presente acá y decidieron quedarse. Por el lado materno, mis bisabuelos provenían de España, también producto de la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, aunque tenga antepasados europeos, no soy europea. Nací en Argentina, recibí una cultura, unas costumbres, una educación que no es la que ellos tenían, pero quizás tampoco es la misma que tendrán mis hijos. ¿Será cuestión del lugar en el cuál nacimos o nos criamos? ¿O será cuestión también del tiempo, el cuál avanza y hace cambiar las costumbres ya establecidas?
En conclusión, creo que es completamente correcto preguntarse de qué somos parte, pero la realidad es que no creo que haya respuesta concreta o verdadera, cada uno puede elegir ser o pertenecer.
“A orillas de otro mar, otro alfarero se retira en sus años tardíos.
ResponderEliminarSe le nublan los ojos, las manos le tiemblan, ha llegado la hora del adiós. Entonces ocurre la ceremonia de la iniciación: el alfarero viejo ofrece al alfarero joven su pieza mejor. Así manda la tradición, entre los indios del noroeste de América: el artista que se va entrega su obra maestra al artista que se inicia.
Y el alfarero joven no guarda esa vasija perfecta para contemplarla y admirarla, sino que la estrella contra el suelo, la rompe en mil pedacitos, recoge los pedacitos y los incorpora a su arcilla".
EDUARDO GALEANO
Gracias por compartir.