Cuando era chica mis papás me llevaban seguido a Lincoln, el pueblo en el que nacieron. Crecieron allí rodeados de campos y de paisajes llenos de nada. Mi papá vivió en un rancho en las afueras de Lincoln (hasta los 13 años cuando comenzó el secundario) con una familia integrada por ocho hermanos y padres descendientes de italianos. Él era un campesino que se levantaba a las cuatro de la mañana para hacer el tambo, que andaba a caballo y soñaba con vivir en la ciudad y con ser escritor. Mi mamá era una señorita linqueña que hasta los 17 años vivió en el pueblo con mis tres tíos y mis abuelos descendientes de españoles e italianos. Una de mis bisabuelas llegó de España en un buque a los nueve años y después de tres meses de viaje, con su familia que venía a trabajar en el ferrocarril.
Yo soy de Buenos Aires porque si bien mis padres se conocieron en la secundaria, el destino los llevó a viajar a capital a cada uno por su lado. Al venir a vivir a un lugar en el que la diversidad y la cultura están tan a flor de piel, no tuvieron miedo de seguir su vocación artística: mi papá como escritor y mi mamá como artísta plástica.
Al yo haber nacido acá no tuve mucho tiempo para conocer a mis abuelos paternos y eso es algo que me pone triste y nostálgica dado que hubiera sido interesante y nuevo para mí conocer más directamente su historia. Lo que sé de ellos es que eran personas muy silenciosas, trabajadoras, y llenas de experiencias.
Al yo haber nacido acá no tuve mucho tiempo para conocer a mis abuelos paternos y eso es algo que me pone triste y nostálgica dado que hubiera sido interesante y nuevo para mí conocer más directamente su historia. Lo que sé de ellos es que eran personas muy silenciosas, trabajadoras, y llenas de experiencias.
Siento que la ciudad puede ser el paraíso de quien sabe aprovecharla. Hace unos años comencé a incursionar por el mundo de la cultura y de las oportunidades de todo tipo. Desde chica que actúo, y
no hay mejor opción para romper con la rutina y lo esquemático que una carrera artística. Bs As me ofrece todo: talleres de teatro de todo tipo, la escuela de formación actoral privada más cara hasta la universidad de arte pública de mejor nivel.
Si bien asumo que me gusta el ritmo de la ciudad, también tengo la certeza de que la naturaleza me cura como el arte. Y por eso me gusta viajar a lugares donde reine la soledad y el silencio. A veces tantos estímulos me separan de los sentidos y ni siquiera percibo mi agotamiento, mi estrés, mi sensibilidad ante la violencia del ruido que hace el colectivo cuando frena. Por eso yo trato de autorregularme sin sentirme ni una paisana ni un un bicho de ciudad: si no el resultado de la fusión de ambos, en un país donde todos somos producto de un gran choque que nos dejó tambaleantes y desorientados y donde sin convertirnos en Europa nos quedamos sin América.
Quien nombra, llama. Y alguien acude, sin cita previa, sin explicaciones, al lugar donde su nombre, dicho o pensado, lo está llamando.
ResponderEliminarCuando eso ocurre, uno tiene el derecho de creer que nadie se va del todo mientras no muera la palabra que llameando, lo trae.
EDUARDO GALEANO
Gracias por compartir.