miércoles, 16 de septiembre de 2015

Janie. Agustina Yapor, Camila Vaccarini, Ivan Ioshi, Camilo Arellano, Julian Rial

      Janie


           A los cuatro años de edad Janie tenía la seriedad de un adulto pero el cuerpo delgado y desproporcionado que le daba aspecto de una niña más pequeña. De su aspecto se destacaban sus ojos grisáceos y sus grandes cejas.
Siendo muy joven le arrojó un pisapapeles a un teniente, producto de su telekinesis. Poco tiempo después, un amigo de su madre comenzó a sospechar de sus poderes telepáticos. Con el tiempo ella fue descubriendo sus dones (como mover objetos con la mente)  y dominandolos cada vez mejor. Esto siempre la diferenció de las otras muchachas.
Janie cumplió veinte años y Hip siete años, pero de prisión. Ella, luego de convencer al sheriff, logró visitarlo en la cárcel. Durante el encuentro él manifestó cierto desinterés ante la promesa de Janie de sacarlo de allí el día siguiente, se comportaba indiferentemente, recargando sobre ella la motivación de salir de allí. Janie había prometido que un abogado conseguiría su libertad, y al día siguiente hip ya se encontraba en su nueva habitación, cuidado y contenido por ella.
Janie durante los siguientes días se comportó como una guía objetiva y neutral , solo hablaba lo justo y necesario y se dedicaba a observarlo y acompañarlo, a esperarlo. La primera salida consistió en una caminata en la que pasaron por un estanque con patos, seguida por una deliciosa cena y un café. La tranquilidad que los rodeaba y el camino a seguir indicado por Janie llevaba a Hip a reencontrarse lentamente consigo mismo y con su percepción del mundo.
La dinámica de los siguientes días que pasaron juntos fue diferente. Realizaron nuevas actividades, viajaron en colectivo para llegar a un restaurante y tener una hermosa velada, asistieron a un concierto y finalmente en una tarde gris y lluviosa fueron al cine. Estaban en paz. Esta era la calma del que es inocente o no recuerda. La calma de quien lo cree tener todo controlado. La calma que, como todo, en algún momento pasaría.


—Nos ha descubierto... tenemos que irnos—susurró Janie, con los labios pálidos y el cuerpo tembloroso.


—¡Espere! Janie, debo hablar con usted.


Janie se volvió, como un animal dispuesto a la lucha. Habló con tanta vehemencia que se le confundieron las palabras.
—¡No hable! ¡No me pregunte! No puedo decírselo, no lo entendería. Salgamos de aquí, ¡vamos!


    La mano de Janie se cerró sobre el brazo de él con una fuerza asombrosa. Hip dio dos pasos, hacia adelante, tratando de no caer. Janie abrió la puerta con una mano y con la otra lo tomó de la camisa, arrastrándolo fuera del cuarto y empujándolo por el pasillo, hacia la puerta de calle. Hip se tomó del marco de la puerta. La sorpresa y la cólera se transformaron en obstinación y terquedad. Ni las palabras de Janie ni su fuerza inesperada hubieran podido moverlo. Pero Janie no habló ni lo tocó. Pasó corriendo a su lado, pálida, llorosa y asustada y bajó de prisa los escalones que llevaban a la calle.
  Hip se dejó arrastrar ciegamente por los impulsos de su propio cuerpo y en un instante estaba corriendo detrás de Janie en busca de un taxi.
              
 

          

1 comentario:

  1. Lo que escribieron del trabajo está muy bien, pero le falta terminar la escena elegida y hacer aunque sea un repaso rápido por lo que viene después. Está bien introducido el flashback.
    Nota: 6

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